Por: Dayana Domínguez.

Desde que el ser humano inventó la fotografía, hemos buscado congelar momentos para recordar, emocionar y entender el mundo que nos rodea. Pero, ¿qué pasa cuando el lente no apunta a una persona o a un paisaje, sino al universo entero? El 19 de agosto es el Día Internacional de la Fotografía, y desde el Planetario Combarranquilla celebramos no solo a quienes capturan instantes en la Tierra, sino también a los grandes fotógrafos del cielo: los telescopios espaciales Hubble y James Webb.

Telescopio Hubble

Desde su lanzamiento en 1990, el telescopio espacial Hubble se ha convertido en uno de los fotógrafos más célebres de todos los tiempos. Orbitando la Tierra a más de 500 km de altitud, el Hubble ha capturado imágenes que no solo son científicamente importantes, sino que también tienen un toque de arte y emoción. Sus fotografías nos han revelado la belleza del cosmos: desde nebulosas multicolores y galaxias en colisión hasta los tenues rayos de luz de estrellas moribundas.

Estas capturas del universo han transformado nuestra comprensión del espacio, mostrándonos que no es un lugar oscuro y vacío, sino un escenario lleno de color, energía y movimiento.

El Hubble toma sus “fotografías” a través de una combinación de filtros que capturan diferentes longitudes de onda de luz, desde el ultravioleta hasta el infrarrojo cercano. Luego, los datos se procesan para formar imágenes que, además de científicas, son estéticamente impactantes. Estas composiciones han inspirado tanto a astrónomos como a artistas, y muchas de ellas han dado la vuelta al mundo, como la famosa “Pilares de la creación” en la Nebulosa del Águila. El Hubble ha producido más de un millón de observaciones con las que nos ha enseñado a mirar el cielo con nuevos ojos.

Aunque inicialmente se estimaba que tendría una vida útil de 15 años, el Hubble resiste, este año celebró sus 35 años en órbita, y gracias a varias misiones de servicio se espera que cumpla una década más develando los secretos del universo.

Telescopio James Webb

Lanzado en diciembre de 2021 y operativo desde 2022, el telescopio espacial James Webb (JWST) es el sucesor del Hubble, una evolución radical en la manera de fotografiar el universo.

Webb es un fotógrafo especializado en el infrarrojo, una región del espectro electromagnético invisible para el ojo humano, pero clave para observar las regiones más frías y antiguas del universo. Gracias a su espejo dorado de 6.5 metros y a su ubicación a 1.5 millones de kilómetros de la Tierra, el James Webb puede captar luz que ha viajado por más de 13 mil millones de años: las primeras estrellas, galaxias recién nacidas y exoplanetas lejanos.

Las imágenes del Webb combinan detalle, profundidad y una nueva paleta de colores que revela estructuras escondidas detrás del polvo. Sus fotografías no sólo son descubrimientos, también obras de arte visuales.

Además, Webb no solo observa, también “retrata” atmósferas de planetas fuera del sistema solar, analizando su luz para buscar agua, carbono o incluso posibles signos de vida. Es el primer fotógrafo que puede ayudarnos a encontrar nuevos mundos habitables.

El James Webb ha llegado para redefinir los límites de la astrofotografía. Si el Hubble fue el ojo que nos enamoró del universo, el Webb es el que nos revela sus secretos más íntimos.

Un legado visual para la humanidad

Gracias al Hubble y al James Webb, hoy podemos mirar el universo como nunca antes: con ojos que atraviesan el tiempo y el espacio, revelándonos paisajes cósmicos que parecen pinturas celestiales. Sus imágenes son mucho más que datos científicos: son postales de nuestra historia universal, recuerdos del pasado remoto y visiones de lo que aún nos queda por descubrir.

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