Isabel Del Real ha ido de país en país recogiendo ingredientes: en Colombia nació su pasión, en Malasia se expandió, en Argentina se formó y en Francia refinó sus conocimientos. Para ella la pastelería es inspirar. Es una forma de vivir.
Con la mirada iluminada y un saludo corto, pero amable, me recibe la chef Isabel Del Real en la cocina de la Unidad Boston de Combarranquilla. Hoy es un día diferente, ya que no viene a dictar clases, sino a hablar sobre ella, sobre sus vivencias, sobre su pasión.
Su historia no comenzó en una gran cocina ni en una escuela reconocida. Empezó en casa, cuando de manera empírica experimentaba con diferentes preparaciones dulces. “Ver la alegría de mi familia al recibir algo hecho por mí fue una gran motivación”, comenta mientras se acomoda su uniforme y sonríe.
Desde 1998, Del Real ha construido su identidad en el mundo gastronómico. Inicialmente, tuvo dos restaurantes, lo que le permitió fortalecer sus saberes. Pero su sueño no se consolidó hasta que viajó a Mendoza, Argentina. Esta experiencia la llevó a estudiar en el Instituto de Alta Gastronomía Arrayanes, donde descubrió la cocina desde otra perspectiva. “En Colombia, en ese momento, no tuve la posibilidad de tener la formación que había previsto. En Argentina, encontré la oportunidad de desarrollarme como profesional en la cocina”, añade.
Mientras estudiaba en Mendoza, Del Real vio de cerca lo que se convertiría en su vocación: la enseñanza. “Cada vez que observaba a mi profesora dar clase, pensaba: ‘Yo quiero ser como ella’. Supe que quería compartir lo que sabía”, dice mientras mira al horizonte, con mucho orgullo. Y la oportunidad de enseñar no tardó en llegar, puesto que fue en Argentina donde inició su labor como docente. Esta experiencia también se vio enriquecida por su trabajo en el Hotel InterContinental y en la pastelería Via Civit, ambos establecimientos ubicados en Mendoza.

Antes de continuar hablando sobre su vida en el presente, Del Real menciona que hace varios años estuvo en Malasia. No podía olvidar eso. “Decidí viajar a Malasia en el año 2007, no por turismo, sino por hambre de aprendizaje. Pude conocer otra cultura y nutrir mis conocimientos junto con un profesor pastelero, quien me inculcó el arte de la decoración”.
París, Francia, fue otro de sus destinos culinarios y académicos. La capital francesa la llevó a conocer su amplia tradición repostera mediante cursos en escuelas como Le Cordon Bleu y Lenôtre. Quedó tan enamorada de los dulces franceses que se propuso cada año viajar a Francia para inspirarse y actualizar sus recetas.
Su ritual en l’Hexagone incluye conocer las mejores pastelerías y conversar con quienes entienden el postre como parte de la vida diaria. “Recorrer las calles de París y probar repostería de lujo en lugares como Ladurée siempre me hace mucha ilusión. Comer una torta de chocolate, un flan, un éclair: todo es exquisito”, señala a la vez que mueve sus piernas como si estuviera dans les rues de Paris.
Pero fue el mismo destino quien se encargó de traer a Del Real a casa. Cuando terminó sus estudios en Argentina en el año 2013, regresó a Barranquilla y retomó su rol como docente, trabajando en el SENA. Y un día cualquiera del año 2016, recibió una agradable noticia: había sido contratada por Combarranquilla para dar clases de pastelería y repostería a los estudiantes de Cocina del Centro de Formación.

Tan solo hace un año y medio comenzó su historia a tiempo completo. En 2024, paso a ser docente titular del Programa Técnico Laboral en Auxiliar de Panadería y Pastelería. “Siempre inicio mis clases con un recorrido por lo que significa este oficio. No se trata solo de crear algo bonito. Se trata de una responsabilidad”, explica luego de acomodarse un poco en su silla.
Hoy en día, la chef sigue complementando sus saberes con cursos de pastelería alternativa. Estudió un diplomado con una universidad de Estados Unidos y ha comenzado a experimentar con recetas funcionales para todo público. “La pastelería no puede quedarse solo en lo tradicional. Hay que pensar en el bienestar, en un postre que pueda cuidar”. Así, busca que sus preparaciones sean innovadoras y saludables.
A lo largo de los años, Isabel Del Real ha aprendido a confiar en su oficio. Desde siempre, ha admirado a figuras como Pierre Hermé, por su creatividad y por el respeto que demuestra por cada ingrediente. Del Real quiere sembrar algo importante a través de sus enseñanzas, tal y como lo hizo Hermé. “Quiero que me recuerden por el detalle, por el alma que le pongo a lo que hago. Como docente, quiero que digan: ‘Ella creyó en mí’. Hay que enseñar a creer y a dar con amor”, añade con suavidad.
Cuando la entrevista llega a su fin, Del Real se despide con dulzura. Agradece espacios como este, porque le demuestran que realmente está haciendo las cosas bien. Yo me despido de ella con mucho entusiasmo, esperando llegar a mi puesto de trabajo para escribir su hermosa historia.