En marzo de este año, Fanny Pérez culminó una etapa de su camino: su vida laboral. Tras 14 años en el Zoológico de Barranquilla, llegó su momento de concentrarse en ella misma. 

Fanny es contadora pública y especialista en tributaria. Alcanzó su edad de pensión mientras trabajaba en la Fundación Botánica y Zoológica de Barranquilla. Al cumplir su tiempo como colaboradora, la empresa le permitió quedarse cinco años más en su cargo.  

Continuó trabajando, como si la rutina no hubiera cambiado luego de su jubilación. Pero una separación inesperada en su hogar comenzó a transformar su vida. En ese momento, el duelo se volvió palpable. “La verdad es que había invertido todo el tiempo de mi vida en sacar adelante mi hogar y en darles a mis hijos lo que necesitaran. Me puse a reflexionar y pensé que tal vez no había hecho algo por mí”, confiesa. 

Esa etapa de su historia, hizo que Fanny comenzará a enfocarse más en su corazón. Fue entonces cuando el gimnasio apareció como un punto de apoyo, un lugar que se convirtió en su compañía. “El gimnasio fue mi manera de aferrarme a algo que me motivaba a ser. Yo me había perdido en mi interior, pero en el gimnasio me encontré otra vez”. 

Después de trabajar durante los cinco años que se extendió su trabajo, el momento de cerrar ese capítulo de su vida llegó. Fanny lo hizo con serenidad, sabiendo que recibió lo que necesitaba y dejó una huella imborrable. Así, su meta se hizo más clara: seguir creciendo como persona. 

El gimnasio nunca se fue de su lado. Hasta el día de hoy, Fanny asiste todos los días a la Unidad Country para encontrarse con Juan, su entrenador, quien la ayuda con sus rutinas diarias. La experiencia ha sido tan transformadora que ha notado cambios no solo físicos, sino también emocionales. El espacio de máquinas y rutinas pronto se transformó en un jardín interior. “Para mí fue como un renacer. Como cuando tú tienes una semillita que ya estaba seca, que se estaba muriendo, y empiezas a echarle agüita. Me empecé a llenar con agüita de las rumbas, del cardio, de las pesas y empecé a florecer. Hoy en día me siento orgullosa con lo que veo en el espejo”, dice sonriente.

Aunque actualmente Fanny vive en Puerto Colombia, nunca duda en tomar un bus hacia Barranquilla para entrenar. Siempre le preguntan por qué ir tan lejos solo para unas horas de gimnasio. Ella solo responde con alegría: “El gimnasio es mi vida ahora.” 

Y es que para Fanny, la jubilación no es sinónimo de final, sino de búsqueda. Muchas personas viven la pensión como un duelo, como un periodo para sobrepensar en lo que se pudo o no haber hecho. Pero las oportunidades para modificar esa perspectiva son muchas. Ser pensionado es el momento para sentirse vital y saludable.

Convencida de la importancia de los hábitos saludables, Fanny insiste en que no deben ser un asunto de la edad, sino de toda la vida. “Los hábitos saludables hay que mantenerlos no solamente cuando se llega a cierta edad, sino desde el comienzo. Yo diría que desde el nacimiento uno debe inculcar en cada hijo o en cada persona buenos hábitos, para mejorar su la calidad de vida”, afirma.

Por eso invita a todos los pensionados a buscar espacios como las cajas de compensación, donde hay vida más allá de las paredes del hogar. “Yo siempre me pregunté: ¿qué voy a hacer cuando salga pensionada? Porque para mí las paredes limitan. En Combarranquilla encontré cientos de actividades, entre ellas capacitaciones, planes de gimnasio, eventos de recreación y más. La realidad es que la edad es un número, la vitalidad la ponemos nosotros”, afirma sin parpadear. 

En el presente, Fanny sigue floreciendo entre rutinas de cardio y risas compartidas. Su historia no es la de un cierre, sino la de una semilla que, tras años de espera, finalmente prosperó.

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